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14 septiembre 2022

Cebollitas subcampeón

Mucho se habla de Carlos Alcaraz pero poco de Casper Ruud. Los escandalosos récords de precocidad del español acaparan las miradas del mundo del tenis. Ser campeón de Grand Slam a los diecinueve años con el plus de alcanzar el número uno del mundo tan joven como nadie en la historia es un logro único e irrepetible pero el noruego también está haciendo cosas que merecen ser contadas. Tres títulos ATP, final de Miami, Roland Garros y US Open y número dos del mundo, todo eso durante 2022 y a los veintitrés años es un palmarés que muy pocos hubieran imaginado a principio de temporada, algo de lo que Ruud y su entorno tienen que estar orgulloso.

"El pasado año fue decepcionante para mí en los Grand Slams. Gané torneos y tuve estabilidad en casi todos los que jugué, pero en los grandes escenarios no pude hacerlo tan bien como esperaba. A inicios de temporada me marqué como meta hacer cuartos de final en algún Grand Slam, lo consideraba una meta realista a tenor de dónde venía. Lo que ocurrió en Australia fue un palo muy duro para mí, pero siento que he aprendido ya a jugar a cinco sets y lo que hice en París me dio muchísima confianza". Así se expresaba el nacido en Oslo antes del US Open, sin imaginarse que dos semanas después estaría en la final y peleando por el número uno del mundo.

Séptimo del ranking ATP en la previa al último Grand Slam de la temporada gracias a sus cinco finales ATP en la temporada pero principalmente por Roland Garros, Ruud inició en Nueva York su silencioso camino hasta la final. El rival más duro, Matteo Berrettini (14°), fue el que menos le costó. En la final se enfrentó al jugador de moda, al favorito del público y de los especialistas, Carlos Alcaraz. El español, un superdotado física y tenísticamente, impuso su ritmo altísimo de bola durante todo el encuentro, algo a lo que Casper no terminó de adaptarse. Sin haber desplegado un gran nivel de juego, a Carlos le bastó para ganar, ser campeón y liderar el escalafón mundial.

“Estoy orgulloso del partido y de las dos semanas. Lo di todo. Lo dejé todo en la cancha. Jugué un tenis fenomenal durante las dos semanas, probablemente mi mejor tenis en esta superficie. Estoy muy orgulloso de ser el N°2. En cierto modo es algo bueno porque todavía puedo perseguir el último lugar”, reflexionaba el doble finalista de Grand Slam en conferencia de prensa, buscando lo positivo de haber perdido la doble oportunidad de ganar un Grande y ser número uno ATP en un momento en el que pocos tienen esa claridad mental. La final en Flushing Meadows propició el avance de Ruud hasta el número dos ATP, la misma semana en la que alcanzó por primera vez el Top10 en 2021. 

Hijo del Top40 ATP Christian Ruud y admirador de Federer y Nadal, Casper siempre creyó en sus posibilidades pero entendió con los años que no solo cuenta pegarle bien a la pelota de tenis: "Siempre he amado el tenis y mis primeros recuerdos son jugando con mi padre por diversión. Cuando veía a Roger y Rafa en televisión, siendo un niño, me decía a mí mismo que yo iba a estar ahí algún día. Siempre soñé con ganar Grand Slams y ser número 1. En este camino, ha sido muy importante la ayuda de un psicólogo que me ayudó a entender que la batalla no está solo en la cancha, sino en el día a día, y que hacer las cosas correctas en tu vida diaria marca la diferencia respecto a tus oponentes. Con pequeñas elecciones adecuadas puedes crecer mucho y llegar a una gran meta".


Cuando Casper Ruud nacía, a finales de 1998, en Argentina uno de los programas juveniles más exitosos era 'Cebollitas', una tira diaria de chicos que jugaban al fútbol y que al final de la primera temporada perdían la final del campeonato. Más allá de los estereotipos televisivos de la década de los noventa, la canción que más sonaba era "Fue culpa mía", un tema que reflejaba cómo se puede festejar y valorar un subcampeonato, un mensaje fuerte para una sociedad cada vez más exitista que idolatra al ganador y defenestra al perdedor. Tanto Ruud en la realidad como los Cebollitas en la ficción pudieron abstraerse de lo negativo de perder y apreciar lo positivo de haber llegado hasta ahí, sitio que solo dos alcanzaron de todos los que participaron en el torneo.

Daniel Vitale Pizarro

17 febrero 2020

Perdón papá


"¿Cómo voy a celebrar esta noche? No lo sé. Tal vez con una Coca-Cola y un buen filete argentino. Debo descansar porque el martes debuto en Río". Casper Ruud, campeón del Argentina Open,  respondía esta pregunta, entre risa cómplices, minutos después de consagrarse en Buenos Aires. El circuito no descansa ni siquiera para un campeón debutante ATP. En cuarenta y ocho horas deberá saltar a pista en Brasil en medio de la euforia, el avión, los hoteles y la prensa, desesperada por su palabra. La vorágine en la que viven los jugadores no les permite disfrutar de los triunfos ni preocuparse por las derrotas, aunque éstas suelen doler más de lo que alegra una victoria. El noruego, como todo tenista en medio de una gira, no festeja, se desahoga y sigue...


Tres semanas atrás, nadie hubiera imaginado que la final del ATP de Buenos Aires la disputaría el 45° ATP (Casper Ruud) contra el 145° ATP (Pedro Sousa), con Dominic Thiem (4°) y Matteo Berrettini (8°) en el cuadro principal. La baja de ambos Top10 dejaba acéfalo al certamen, pero aun sin ellos, ningún especialista ni apostador avezado hubiese presagiado a esos finalistas. Acostumbrado el público argentino a ver tenistas de otras latitudes en las definiciones del torneo sudamericano por antonomasia, los protagonistas del domingo nacieron en la fría Oslo (Noruega) y en la cálida Lisboa (Portugal). Todo fue tan atípico como la semifinal ganada por Sousa por la no presentación de Diego Schwartzman por lesión.
En medio de todo eso, emergió un noruego hijo del extenista profesional Christian Ruud (ex 39° ATP) que disputaba por tercera vez el Argentina Open pero que por primera vez accedía al cuadro principal. El joven Casper Ruud tuvo una rápida adaptación al profesionalismo luego de haber sido N°1 ITF Junior en 2016 ya que apenas un año después de disputar su último torneo Junior en Wimbledon era campeón de dos Future, un Challenger y 108° ATP. Pero esos resultados no habían llegado por arte de magia. Entrenado por por su padre, decidieron que lo mejor sería que Casper (15 años) se mudase a España para desarrollar su futuro como tenista profesional. El sitio elegido fue Elche, provincia de Alicante.
Luego de dos años de trabajo en Alicante junto a su entrenador Pedro Rico, más algunas semanas en Noruega, los objetivos se habían superado con creces. Finalizado el contrato, Rico le recomendó que probara hacer base en la 'Academia Rafa Nadal' en Mallorca cuando no estuviera girando por el mundo disputando torneos. En agosto de 2019, los Ruud, recomendados por Pedro, aterrizaron en Manacor para que Casper entrenase a las órdenes de Toni Nadal: "Es un gran lugar si quieres ser un tenista profesional. La Academia me ha ayudado mucho con los entrenadores y todo lo demás, también con el propio 'Rafa'. Él está involucrado en mi tenis y en mi carrera, así que les debo mucho. Seguiré yendo allí todo el tiempo que pueda".
Aunque siempre supervisado y acompañado por su padre, desde que empezó a entrenar con 'los Nadal' en las Islas Baleares, Ruud accedió al Top100, alcanzó su primera final ATP (Houston 2019), fue Top50 y ésta semana en Sudamérica logró su primer título ATP y su mejor ranking ATP (34°) para ser, con apenas veintiún años, el mejor tenista noruego de la historia. Casper tiene claro su condición y, sobre todo, el haber superado a su padre-entrenador como tenista profesional: "Desde que empecé a jugar al tenis, siempre bromeábamos con mi padre que algún día iba a mejorar su ranking. Se siente realmente muy bien y ahora puedo ser yo el jefe en la casa finalmente ya que lo vencí de dos maneras diferentes".
El finalista fue más sorpresivo que el campeón. Pedro Sousa llegó a Buenos Aires para disputar la clasificación. Facundo Bagnis lo derrotó en última ronda de qualy pero la baja de Cristian Garin permitió al portugués ingresar al cuadro principal como perdedor afortunado (Lucky Loser). Profesional desde 2007, Sousa nunca había accedido a semifinales de un ATP y en Buenos Aires se encontró con la noticia de que sería finalista sin jugar por la lesión de Schwartzman luego de derrotar a Pablo Cuevas en cuartos de final (3h 41m). A todo esto, Pedro arrastraba una molestia en su tobillo izquierdo que finalmente se convirtió en lesión.
La final no fue la esperaba por los espectadores, más aun por las limitaciones físicas de Sousa, pero eso no quita que no merecieran estar allí, frente a cinco mil personas en la Central del Buenos Aires Lawn Tennis Club. De perfil bajo y con la prensa de su país volcada con Joao Sousa (28° ATP en 2016 y tres veces campeón ATP), el ex 14° ITF Junior es un habitué del Challenger de Buenos Aires por lo que no resultó ser un total desconocido para los fanáticos, aunque el propio jugador dice que sí lo es en su Portugal natal: "En Portugal puedo ir al cine o a cenar que no pasa nada. El tenis se está haciendo conocido, pero por el otro Sousa (Joao), no por mí (risas)". Su sentido del humor y carisma conquistaron al público local que, como muestra de afecto, coreó en cada partido suyo su nombre y no su apellido.

Daniel Vitale Pizarro