28 septiembre 2022

Perpetuo


Cuartos de final de Wimbledon 2021. Roger Federer caía derrotado ante Hubert Hurkacz en sets corridos sin oposición. "El último set contra Hurcakz fue uno de los peores de mi carrera. Me di cuenta de que ya nada funcionaba. Se había acabado todo. La decepción se sintió como fuegos artificiales en mi cabeza. En conferencia, nadie me preguntó por mi rodilla. Pensé: ¿Soy tan buen actor que nadie se dio cuenta?", recordaba días atrás el suizo sobre su última participación oficial ATP, sin poner excusas luego de aquel partido. En ese momento nadie imaginaba que sería su último torneo como profesional, ni siquiera el propio Federer.


Operado tres veces (dos en 2020 y una en 2021) y en aparente recuperación, las alarmas sonaron a comienzo de 2022 cuando anunció que no jugaría el Australian Open. La maldita rodilla derecha no le estaba permitiendo entrenar con normalidad. Pasaban los meses y las buenas noticias no llegaban. La confirmación de que el problema era más serio del que se creía fue Wimbledon 2022. Hoy sabemos que luego de ese torneo Roger decidió retirarse del tenis pero tras un año completo sin competir, sin ranking ATP y a los cuarenta y un años, su regreso triunfal hubiese sido más una utopía que una realidad. Inscripto en la Laver Cup y en el ATP500 Basilea, el baldazo de agua fría lo anunció el quince de septiembre, una semana antes del torneo por equipos del que formaría parte de alguna manera.


La noticia del final de la carrera del jugador más querido de todos no sorprendió pero nos quitó esa ilusión de verlo una vez más luchando por un Grand Slam. Aunque sabíamos que el momento llegaría más pronto que tarde, no queríamos aceptarlo. Una carta en redes sociales anunciaba el fin de una Era que había dado sus últimos coletazos en 2021, quedándose en nuestras retinas la temporada 2019 como la última libre de lesiones y en la que peleó por cosas importantes. La cita entre el público y Federer era en Londres, la ciudad donde más éxito tuvo. Junto a él, sus grandes rivales de toda la vida, los que lo hicieron crecer como profesional, el famosos Big4 jugando para un mismo equipo, compartiendo vestuarios, entrenamientos y partidos oficiales. El final feliz de un cuento para niños.


Nunca interesó tan poco un resultado como el del viernes. La dupla con Rafael Nadal en un partido oficial fue la mejor manera posible de finalizar una carrera tenística tan marcada por su rivalidad tanto estilística como tenística, esa antinomia perfecta dejaba de serlo para unirse por última vez. La noche del viernes pareció guionada por un director afamado por la prensa. La derrota hizo más real aun la escena final. Lo que siguió fue sencillamente único. La emoción de un jugador apasionado por el deporte que se daba cuenta que ya no viviría más esa tensión de un partido de tenis profesional se apoderaron de él y de todos los presentes.
Desconsolado, Federer no pudo contener las lágrimas y como un niño se dejó llevar por la situación. Fueron más de veinte años viviendo por y para el tenis que de repente, de un día para el otro, todo se termina. Títulos, victorias, derrotas, lesiones, viajes, familia... el suizo no pudo con todo en la madrugada del viernes y lloró. Los abrazos sentidos con sus compañeros, su equipo de trabajo y su familia no ayudaban en lo más mínimo a que las lágrimas cesaran. Nadal, sumido en una situación personal compleja y viéndose reflejado en la realidad de su compañero de ruta, se desplomó y lloró. Lloró como el que más. La imagen más humana de todas.
Nadie esperaba ver a 'Rafa' no poder contener las lágrimas y la emoción. Es que español y suizo no siempre fueron 'amigos', su relación fue de menos a más a lo largo de sus extensas carreras. El punto de inflexión fue 2016. Ambos lesionados y fuera del circuito por seis meses, Nadal lo invitó a la inauguración de su Academia como padrino, a la que acudió con gusto, prometiendo llevar a sus hijos a entrenar allí si se dedicaran al tenis. Cuatro años después, una exhibición récord en Sudáfrica los tuvo como protagonistas. El tercer evento que termina de forjar su 'amistad' fue en plena Pandemia. Todos recordarán la divertida y accidentada videollamada por Instagram. Pero ojo, a no confundirnos con su 'amistad' porque en 2019 el español no invitó al suizo a su casamiento...
Polémicas aparte, la relación entre ambos es muy buena y ellos mismos se encargan de decirlo cada vez que tienen la oportunidad: "Cuando nos hemos ido haciendo mayores, hemos disfrutado más de la rivalidad que al comienzo donde la ambición de ganar más va por delante. Luego sigues queriendo ganar y ser mejor que el otro, pero dentro de esa idea, hemos apreciado que nuestros partidos eran algo diferente al resto. Lo que se respiraba en el ambiente cada vez que salíamos a jugar eran sensaciones diferentes a lo que ocurre normalmente en otro partido. Por eso eran momentos tan especiales, entender que la relación personal era más importante que cualquier otra cosa”.
Federer dijo adiós. Un adiós definitivo por el inclaudicable paso del tiempo. Se retiró un referente de varias generaciones, un ejemplo de tenista íntegro, un deportista casi sin detractores, un jugador al cual aspirar a ser, una persona que traspasó no solo el ámbito tenístico sino el deportivo para transformarse en una figura pública aclamada en todo el mundo. Se retiró el líder de la manada, el primero en romper algunos récords que parecían inquebrantables, el que priorizó el 'cómo' al 'qué', como dijo Rafa Nadal: "En la historia no se ha visto casi nunca hacer algo de una forma tan elegante, tan majestuosa y con tanta facilidad. Es difícil que se repita que alguien gane tanto haciéndolo tan bonito". Por todo eso, Roger Federer será perpetuo.

Daniel Vitale Pizarro

14 septiembre 2022

Cebollitas subcampeón

Mucho se habla de Carlos Alcaraz pero poco de Casper Ruud. Los escandalosos récords de precocidad del español acaparan las miradas del mundo del tenis. Ser campeón de Grand Slam a los diecinueve años con el plus de alcanzar el número uno del mundo tan joven como nadie en la historia es un logro único e irrepetible pero el noruego también está haciendo cosas que merecen ser contadas. Tres títulos ATP, final de Miami, Roland Garros y US Open y número dos del mundo, todo eso durante 2022 y a los veintitrés años es un palmarés que muy pocos hubieran imaginado a principio de temporada, algo de lo que Ruud y su entorno tienen que estar orgulloso.

"El pasado año fue decepcionante para mí en los Grand Slams. Gané torneos y tuve estabilidad en casi todos los que jugué, pero en los grandes escenarios no pude hacerlo tan bien como esperaba. A inicios de temporada me marqué como meta hacer cuartos de final en algún Grand Slam, lo consideraba una meta realista a tenor de dónde venía. Lo que ocurrió en Australia fue un palo muy duro para mí, pero siento que he aprendido ya a jugar a cinco sets y lo que hice en París me dio muchísima confianza". Así se expresaba el nacido en Oslo antes del US Open, sin imaginarse que dos semanas después estaría en la final y peleando por el número uno del mundo.

Séptimo del ranking ATP en la previa al último Grand Slam de la temporada gracias a sus cinco finales ATP en la temporada pero principalmente por Roland Garros, Ruud inició en Nueva York su silencioso camino hasta la final. El rival más duro, Matteo Berrettini (14°), fue el que menos le costó. En la final se enfrentó al jugador de moda, al favorito del público y de los especialistas, Carlos Alcaraz. El español, un superdotado física y tenísticamente, impuso su ritmo altísimo de bola durante todo el encuentro, algo a lo que Casper no terminó de adaptarse. Sin haber desplegado un gran nivel de juego, a Carlos le bastó para ganar, ser campeón y liderar el escalafón mundial.

“Estoy orgulloso del partido y de las dos semanas. Lo di todo. Lo dejé todo en la cancha. Jugué un tenis fenomenal durante las dos semanas, probablemente mi mejor tenis en esta superficie. Estoy muy orgulloso de ser el N°2. En cierto modo es algo bueno porque todavía puedo perseguir el último lugar”, reflexionaba el doble finalista de Grand Slam en conferencia de prensa, buscando lo positivo de haber perdido la doble oportunidad de ganar un Grande y ser número uno ATP en un momento en el que pocos tienen esa claridad mental. La final en Flushing Meadows propició el avance de Ruud hasta el número dos ATP, la misma semana en la que alcanzó por primera vez el Top10 en 2021. 

Hijo del Top40 ATP Christian Ruud y admirador de Federer y Nadal, Casper siempre creyó en sus posibilidades pero entendió con los años que no solo cuenta pegarle bien a la pelota de tenis: "Siempre he amado el tenis y mis primeros recuerdos son jugando con mi padre por diversión. Cuando veía a Roger y Rafa en televisión, siendo un niño, me decía a mí mismo que yo iba a estar ahí algún día. Siempre soñé con ganar Grand Slams y ser número 1. En este camino, ha sido muy importante la ayuda de un psicólogo que me ayudó a entender que la batalla no está solo en la cancha, sino en el día a día, y que hacer las cosas correctas en tu vida diaria marca la diferencia respecto a tus oponentes. Con pequeñas elecciones adecuadas puedes crecer mucho y llegar a una gran meta".


Cuando Casper Ruud nacía, a finales de 1998, en Argentina uno de los programas juveniles más exitosos era 'Cebollitas', una tira diaria de chicos que jugaban al fútbol y que al final de la primera temporada perdían la final del campeonato. Más allá de los estereotipos televisivos de la década de los noventa, la canción que más sonaba era "Fue culpa mía", un tema que reflejaba cómo se puede festejar y valorar un subcampeonato, un mensaje fuerte para una sociedad cada vez más exitista que idolatra al ganador y defenestra al perdedor. Tanto Ruud en la realidad como los Cebollitas en la ficción pudieron abstraerse de lo negativo de perder y apreciar lo positivo de haber llegado hasta ahí, sitio que solo dos alcanzaron de todos los que participaron en el torneo.

Daniel Vitale Pizarro

04 septiembre 2022

Simply the Best

Tan espectacular fue la carrera de Serena Williams que a semanas de cumplir cuarenta y un años y con un puñado de partidos durante las últimas dos temporadas, se dio el gusto de derrotar a la número dos del mundo en el US Open, su último torneo como profesional. Vestida para la ocasión, una vanguardista de la moda, la menor de las Williams luchó durante casi tres horas en el 'Arthur Ashe' para decirle adiós al deporte que la vio convertirse en una estrella mundial a lo largo de sus veinticinco años de trayectoria tenística. Campeona de absolutamente todo lo que alguna vez jugó, nadie en la historia dominó por completo el circuito femenino tanto como ella durante tres largos lustros.

“Fue el viaje más maravilloso que he hecho nunca. Ha sido el paseo más divertido de mi vida. Estoy muy agradecida a todas y cada una de las personas que en algún momento han dicho: ¡Vamos, Serena! Vosotros me habéis traído hasta aquí. A todos los que han estado a mi lado durante tantos años, décadas. ¡Literalmente décadas! Ha sido divertido. Tranquilos que estas que ven son lágrimas de felicidad, supongo…”, dijo entre lágrimas agridulces la protagonista de la noche en el centro de un 'Arthur Ashe' colmado de fanáticos que no la dejaban hablar tras escuchar el hit noventoso "Simply the Best" de Tina Turner en los altavoces del estadio.

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Victorias memorables y récords inalcanzables, las grandes jugadoras son recordadas por haber marcado una época y Serena Williams es una de ellas. Su irrupción en 1999 a pura potencia, arrasando con las rivales de turno, daba inicio a un cambio de Era. El juego vertiginoso de saques y voleas, de cortados rasantes o de cambio de alturas gracias al liftado, predominante en los ochentas y noventas, fue reemplazado por la potencia, los tiros rectilíneos y la agresividad desde el fondo de la pista, imponiéndose, incluso más que en el circuito masculino, la condición física. Y Serena fue la líder natural de la nueva camada de pegadoras.

La década del dos mil inició la transición de un estilo de juego más vistoso a otro más potente. Justine Henin, Kim Clijters, Amelie Mauresmo o Li Na fueron los últimos exponentes de grandes jugadoras en las que predominaba la técnica y la táctica por sobre la fuerza. Junto a ellas, el nuevo prototipo de jugadoras altas y de gran envergadura empezaban a sobresalir a fuerza de tiros ganadores desde cualquier sitio de la pista como Venus y Serena Williams, Maria Sharapova o Viktoria Azarenka, todas ellas múltiples ganadoras de Grand Slams y números uno del mundo.

Desde que fuera número uno WTA por primera vez en 2002 hasta su último mandato en 2017, fueron 319 semanas en lo más alto, de las cuales 186 de ellas han sido de forma consecutiva entre 2013-2016 (récord compartido con Stefi Graf). Durante ese periodo de quince años de dominio pasaron once líderes del ranking WTA y dieciséis campeonas de Grand Slam entre las que destacaron Justine Henin, Maria Sharapova y su hermana Venus, como las más ganadoras de la época. Y precisamente fue la mayor de las Williams la rival que más veces pudo derrotarla (H2H 19-12) y la jugadora a vencer desde que Serena se inició en el profesionalismo.


Criada en el seno de una familia humilde en Compton, un barrio peligroso de Los Ángeles, la menor de cinco hermanas fue entrenada por su padre Richard en pistas públicas californianas con un método de aprendizaje tan controversial como efectivoSerena siempre se destacó por su temperamento, forjado durante su formación como jugadora de tenis, muchas veces representado en su peculiar vestimenta. Ícono de la moda, la tenista no quiso quedarse solo en lo deportivo. Su ambición como empresaria la llevó a crear en 2014 'Serena Ventures', una firma de capital de riesgo que invierte en una amplia gama de sectores como el de tecnología y empresas del sector de la salud, el deporte, la alimentación, la moda y el entretenimiento.


“Todo empezó por mis padres, ellos merecen todo, soy una afortunada. Y por supuesto mi hermana. No sería Serena si no existiera Venus, gracias. Ella es la única razón por la que Serena existe", se sinceraba la menor de las Williams sin poder contener las lágrimas de la emoción. La nueva extenista también habló sin tapujos sobre su legado en el tenis femenino, algo que consciente o inconscientemente fue construyendo con el tiempo: "Hay muchas cosas por las que ser recordado, pero si tengo que decir una es la lucha. Soy una luchadora. También creo que he aportado algo al tenis, como la vestimenta, los puños apretados en mis celebraciones y una intensidad loca. Pasión, creo que es la palabra”.

Daniel Vitale Pizarro