27 octubre 2020

Rey Zverev II de Colonia

  Podcast 'Golden Slam', episodio 01x12



 

 Daniel Vitale Pizarro

26 octubre 2020

El 'nuevo' Zverev

"Pienso en ese quinto set del US Open todos los días unas veinte o veinticinco veces. Durante las noches también. Y en mis sueños". Así respondía Alexander Zverev apenas llegado a Colonia hace dos semanas ante la pregunta sobre la final del Abierto de los Estados Unidos. El alemán estuvo muy cerca de ganar su primer Grand Slam y no es de extrañar que las imágenes del momento cúlmine en Nueva York se le aparezcan hasta cuando duerme. Pero la vida y el tenis siguen. Recuperado de un resfriado con síntomas similares al coronavirus, "Sascha" aprovechó para volver al ruedo en Alemania, en la ciudad de Colonia, a cuatrocientos kilómetros de su Hamburgo natal.

Alemania no organizó los torneos de Munich, Stuttgart ni Halle por la pandemia pero sí, post pandemia, pudo albergar en Colonia, dos torneos ATP250 sobre superficie dura bajo techo en semanas consecutivas. El campeón de ambos certámenes fue Alexander Zverev, clasificado al Masters pero con la intención de retomar el ritmo competitivo sobre superficies rápidas tras caer en cuarta ronda de Roland Garros. Nadie hubiera imaginado quince días atrás que el teutón, tras superar una gripe estacional, sin entrenar desde su derrota en París y con molestias en su cadera luego de una semana de competencia, ganaría Colonia I y II. Nada de eso frenó a Alexander.

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Más allá de sus altibajos con el segundo servicio, cometiendo dobles faltas en momentos importantes o sacando a velocidades por debajo de los 150km/h, el nivel de juego de Zverev en 2020 es altísimo. Y los resultados lo demuestran: semifinal del Australian Open, final del US Open y bicampeón en Colonia. Su unión con David Ferrer parece estar dando sus frutos, al menos en la parte mental, ese punto tan crucial en la vida del deportista individual. Su actitud dentro de la pista ha cambiado mucho y la mejora mental la pudimos apreciar durante el Abierto de los Estados Unidos. Ya no vemos al jugador que revienta raquetas contra el suelo, lanza insultos al aire o dialoga de mala manera con su equipo de trabajo.

El 'nuevo' Alexander Zverev es una versión más madura del niño prodigio que irrumpió en el circuito tres temporadas atrás y que parecía que se comía el mundo. Ese carácter explosivo y efusivo pudo canalizarlo internamente y transformarlo en espíritu de lucha. No hace falta apretar el puño en cada punto, darse ánimo continuamente o festejar cada juego como si fuera el último para demostrar que quieres ganar el partido. Cada jugador arma su estrategia mental para rendir mejor dentro de la cancha y Zverev, con la ayuda de Ferrer, ha logrado convertir esas emociones negativas en positivas y los resultados están a la vista de todos.

“Estoy mejorando y creo que seré el mejor de este deporte muy pronto. Hace dos días no sabía ni si podía finalizar el torneo por mis dolores en la cadera y ahora estoy aquí con el título en la mano. Estoy contento de no haberme retirado”, reflexionaba un joven que aspira a todo y que no tiene vergüenza en decirlo en voz alta. El modesto trofeo que recibió en Colonia fue el número trece a nivel ATP en veintiuna finales disputadas con veintitrés años de edad, al menos un trofeo de cada categoría que ofrece el circuito ATP, a falta del Grand Slam con el que sueña desde pequeño y que ahora le provoca pesadillas.

Pero no nos olvidemos de Diego Schwartzman (9°). El nuevo Top10 ATP alcanzó su décima final ATP (3-7) en el mejor momento de su carrera. Ocho del mundo hace dos semanas, el argentino vive un presente de ensueño. Final en Roma, semifinal de Roland Garros y final en Colonia. Virtualmente clasificado al Masters, solo una hazaña de Matteo Berrettini o algún Top20 en París le quitaría la posibilidad de disputar el Torneo de Maestros, cincuenta años después de su edición debut en Tokio 1970 y siete años después del último argentino presente en el torneo de final de temporada (Juan Martín Del Potro 2013).

Daniel Vitale Pizarro

20 octubre 2020

¿Tenis canadiense?

El primer punto ATP, el primer Future, el primer Challenger y el primer ATP. Todos los logros tenísticos que se recuerdan con mayor fuerza o ''cariño" son los primeros de cada nivel. Lo mismo sucede si eso lo trasladamos al amateurismo. En ocasiones, esos pequeños grandes pasos cuesta darlos por lo que uno se queda estancado en esa instancia previa al ansiado triunfo. El canadiense Felix Auger Aliassime viene rompiendo récords de precocidad desde que irrumpió en el circuito internacional y como con todo joven exitoso de un deporte popular, las especulaciones sobre su futuro están a la orden del día en cualquier portal especializado en tenis.
Finalista de Roland Garros Junior, primer partido ganado en Challenger (récord) y Top800 más joven de la Era Abierta, todo con catorce años; campeón del US Open Junior en dobles a los quince años; campeón del US Open Junior, de un Future y de un Challenger a los dieciséis años; Top25 a los dieciocho años y podemos seguir enumerando sus logros como adolescente. El currículum de Auger Aliassime con veinte años está al alcance de muy pocos jugadores en la historia, lo que marca que su futuro será aun mejor. Pero el tenis no es matemáticas. Hay mil factores que inciden en el desempeño de un tenista dentro de una cancha, sobre todo mentales.
Si una persona que no sigue el tenis lee los dos primeros párrafos del artículo y le preguntáramos cuantos títulos ATP cree que acumula el protagonista, la respuesta del lector más conservador sería superior a la realidad. Felix Auger Aliassime alcanzó su sexta final ATP en el ATP250 Colonia (Alemania), un torneo organizado por la pandemia con escaso público, sobre superficie dura bajo techo pero que no parecía tal por la baja velocidad de la bola luego del bote. El campeón fue Alexander Zverev (7°) que no permitió a Auger Aliassime desarrollar el juego que desplegó durante toda la semana. O quizás no se lo permitió el mismo...


Seis derrotas en seis finales son las que acumula Felix, la segunda marca histórica negativa de la Era Abierta, una instancia que lo bloquea mentalmente, sea quien sea el rival de turno. Alexander Zverev (7°) en ColoniaStefanos Tsitsipas (6°) en MarsellaGael Monfils (9°) en Rotterdam esta temporada; Matteo Berrettini (30°) en Stuttgart, Benoit Paire (51°) en Lyon y Laslo Djere (90°) en Rio de Janeiro en 2019, los contrincantes que impidieron que el canadiense rompa el hielo. Es cierto que solo en dos finales era el de mejor ranking y que enfrentó a tres Top10, pero lo extraño no son los resultados, sino su nivel en estos partidos: 0-12 en sets.
Alcanzar tres finales ATP por temporada en años consecutivos es un número que muy pocos tenistas pueden ostentar en el bienio 2019-2020. Haber perdido todas no significa fracaso, es una muestra de que a pesar de no ganar su primer título ATP, dejar de intentarlo no es una opción. El nacido en Montreal, seguirá intentando ganar el trofeo que le quite esa presión de debutar como campeón ATP, una carga impuesta por su juventud, proyección, patrocinadores, medios de comunicación y un interminable etcétera que no permiten que el canadiense despliegue su tenis ofensivo y de golpes limpios en los partidos finales, sin temor a equivocaciones producto de los nervios.
El propio jugador es consciente de su presente y a pesar de saber que no es nada fácil llegar al último partido, expresó sus sensaciones tras caer ante Zverev: "La estadística es buena, pero algún día tendré que encontrar la manera de ganar un título. Es difícil de decir. Que vuelva a suceder en una final, es difícil. No juego bien en las finales. No puedo jugar mi tenis. Es difícil de aceptar, así que no tengo mucho que decir. Estoy decepcionado con mi nivel de hoy en general y lo intentaré de nuevo. Intentaré trabajar y encontrar la manera de evitar los nervios".
Hijo de padre togolés (profesor de tenis) y madre canadiense (docente), fue seleccionado junto a otros once proyectos de tenistas para el programa del "Centro Nacional de Entrenamiento" de Montreal, para chicos de entre trece y diecisiete años. La beca incluía entrenamientos, viajes a los torneos y seguir con los estudios a distancia, una inversión por parte de 'Tennis Canadá' de 150 000 dólares anuales por cada alumno. Creado en 2007 y supervisado por el francés Louis Borfiga, director de un programa similar en Francia, el 'Centro Nacional de Entrenamiento' no forma jugadores de tenis, los apoya económicamente y los acompaña en su desarrollo hacia el profesionalismo.
A pesar de las reglas estrictas que 'Tennis Canadá' impone a la hora de sumar jugadores a su programa (crecer bajo su método de enseñanza y sus entrenadores), los casos en los últimos años han dado sus frutos con creces. Milos Raonic (serbio), Vasek Pospisil (padres checos), Denis Shapovalov (israelí), Felix Auger Aliassime (padre togolés), Eugene Bouchard, Leylah Fernandez (madre filipina y padre ecuatoriano), Bianca Andreescu (padres rumanos) son los tenistas más conocidos a nivel mundial que recibieron apoyo de 'Tennis Canadá' en algunas de sus formas (dinero, entrenadores, viajes, etc.) y que curiosamente casi todos ellos o no nacieron en Canadá o tienen padres de otros paises.
La imagen positiva de los deportistas de alto rendimiento y el contagio que puedan generar a los más jóvenes son fundamentales para que un deporte crezca. No vasta solo con dinero. Apostar por el tenis a mediano y largo plazo significa tener una estructura organizada de torneos, apoyo a los jugadores con proyección al profesionalismo, una formación y supervisión constante de los profesores y por último, una difusión del deporte que incentive a los más pequeños a empuñar una raqueta. Este gélido país de Norteamérica ha tomado el modelo francés como base y a su manera, está logrando que cada vez más personas se sientan atraídas por el tenis y no tanto por el hockey sobre hielo. Y los resultados empiezan a verse en el circuito profesional.

Daniel Vitale Pizarro

Un billete para Londres

 Podcast 'Golden Slam', episodio 01x11




Daniel Vitale Pizarro

12 octubre 2020

El ridículo XIII

La final de Roland Garros 2020 no era una más de Grand Slam. Había mucho en juego. A las características particulares de esta edición repetidas una y mil veces por jugadores, entrenadores, periodistas y presentes en el torneo sobre las nuevas pelotas Wilson, el frío húmedo parisino de octubre y el techo retráctil utilizado prácticamente todos los días por las constantes lluvias, estaba en juego un nuevo trofeo de Grand Slam que catapultaría al ganador a una nueva categoría de campeón que aun no tiene nombre. Porque tras más de quince años viendo ganar a Federer, Nadal y Djokovic semana tras semana, prácticamente en cualquier torneo, no encuentro la palabra correcta para describir lo conseguido por ellos tres, pero más aun por lo del español en París.

Ganar trece Grand Slams es algo solo al alcance de cuatro tenistas en toda la historia del tenis, pero hacerlo en un torneo de los cuatro que se disputan anualmente, es una ridiculez total. En un deporte tan físico como mental, más aun sobe el polvo de ladrillo parisino disputado al mejor de cinco sets durante catorce días, que una sola persona haya ganado trece ediciones de dieciséis disputadas entre 2005-2020 es ridículo por donde se lo mire. Sus dos derrotas en pista ante Soderling 2009 y Djokovic 2015 y su retiro antes de saltar a la cancha en 2016, solo reflejan que es de carne y hueso como vos que estás leyendo estas líneas o como yo que estoy escribiéndolas, tratando de descifrar como lo hizo.

No hace falta nombrar al veinte veces campeón de Grand Slam porque sus logros ya lo identifican por sí solo. Rafael Nadal dio una muestra más del aura de invencibilidad que tiene en Roland Garros. Ni siquiera Novak Djokovic, superior al manacorí en los últimos años en los enfrentamientos personales, pudo quebrar al inquebrantable español. Trece finales ganadas sobre trece disputadas en la 'Philippe Chatrier'. Trece semifinales jugadas, trece victorias en esa misma cancha. Si estos números siguen sin parecerles ridículos, es porque nunca empuñaron una raqueta de tenis ni siquiera en un negocio de venta de artículos deportivos.

La gesta de Rafael Nadal en Roland Garros es la más impresionante de la historia del deporte individual. No busquen comparaciones porque no las hay. Piensen unos segundos e imagínense ustedes ganando durante trece años el torneo de su club. ¿Imposible, no? Bueno, el Abierto de Francia es el certamen más importante y tradicional de la historia del tenis sobre tierra batida y hay una persona que allí ha dominado durante tres lustros a todo rival que haya osado desafiarlo, red de por medio. Incluso ha derrotado a sus únicos dos verdugos en finales posteriores a esas derrotas: Robin Soderling en 2010 y Novak Djokovic en 2020.

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“Mi cabeza tiene el talento para seguir dándome oportunidades, continuar trabajando y aceptar los fallos para seguir haciéndolo mejor”, decía Nadal durante las semanas previas a debutar en el 'Bois de Boulogne'. Las condiciones adversas de esta edición fueron una motivación extra para Rafael que en contraposición a la mayoría que se excusaba, él trató de buscar soluciones para sentirse competitivo. De eso se trata, de buscar la motivación e intentar mejorar, siempre, más aun tras haber ganado tanto durante mucho tiempo. Toni Nadal lo describe mejor: "Si entiendes la situación, es fácil detectar el problema. Si no aceptas el problema, es casi imposible encontrar la solución".

Trofeo en mano, himno español de fondo y lágrimas en los ojos, así se desplomó "Rafa" en plena entrega de premios: "La mayoría me ve con el trofeo aquí arriba y piensa: 'Ah, ha vuelto a ganar'. Pero mi día a día es más complicado. Tras el parón hubo meses muy difíciles, cosas que nadie sabe, problemas a nivel físico. Me costó muchísimo volver a entrenar a un nivel adecuado. Necesité mucha ayuda de mucha gente. Mi cuerpo no responde bien al frío. Tengo problemas articulares, me pasé semanas sin poder entrenar más de una hora al día. Eran las condiciones más difíciles para mí. Es normal emocionarse con todo esto"

Solo Nadal, su familia y equipo saben por todo lo que tuvo que pasar para ser Rafael Nadal. El propio jugador, micrófono en mano, se encargó de valorizar este Roland Garros, igual o más que cualquiera de sus doce anteriores: "Me quedo con que mi actitud ha sido casi perfecta durante estas dos semanas. Ni una queja ni una mala cara cuando entrenaba. Mi forma de encarar el torneo ha sido buena y luego, el tenis me ha acompañado y he terminado jugando a un nivel muy alto. Solo puedo dar gracias a la vida por poder seguir dedicándome a lo que más me gusta, así que no puedo hacer otra cosa que esforzarme al máximo".

Daniel Vitale Pizarro
@otradoblefalta

Nadal sigue en sus trece

 Podcast 'Golden Slam', episodio 01x10



 

 Daniel Vitale Pizarro