29 julio 2019

Sonreír pasó de moda







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El torneo de Hamburgo (Alemania) cumplió su primeros diez años como ATP500 luego de ser el quinto Masters1000 de la temporada durante treinta años (1978-2008). A excepción de los títulos de Gilles Simon (2011) y Rafael Nadal (2015), los campeones de las ocho ediciones restantes de la década se caracterizaron por ser infalibles en Hamburgo pero irregulares durante gran parte de la temporada. Andrey Golubev, Juan Mónaco, Fabio Fognini, Leonardo Mayer, Martin Klizan y Nikoloz Basilashvili son jugadores que en más de una ocasión en sus carreras acumularon prolongadas rachas negativas de resultados, matizadas en el ranking por algunas grandes actuaciones. Solo el italiano logró ser campeón de M1000 recién esta temporada, los demás semifinalistas o peor.
Esta temporada la tendencia no iba a cambiar. Dominic Thiem (4°), Alexander Zverev (5°) y Fabio Fognini (10°) eran los tres primeros preclasificados del torneo, elevando la jerarquía del certamen a diferencia de años anteriores: primera vez desde que es ATP500 que asiste al torneo más de un miembro del Top10. A pesar del competitivo cuadro que presentó el torneo alemán, el campeón volvió a ser el mismo del 2018, el georgiano Nikoloz Basilashvili (16°), que esta temporada sí tuvo que lidiar con rivales más exigentes, sobre todo en la semifinal. "Sascha" Zverev lo exigió al máximo, incluso lo obligó a levantar dos match points para derrotarlo en su país luego de tres horas y ocho minutos de partido.


La final fue diferente pero no menos exigente. El joven Andrey Rublev (21 años) le quitó un set pero hasta ahí llegó. Muy concentrado y convencido de lo que debía que hacer, Basilashvili aplicó su patrón de juego ofensivo, similar al de su rival pero más ordenado, y el título quedó nuevamente en sus manos. Alegre por dentro porque por fuera es difícil verlo sonreír, se mostró contento en conferencia de prensa: "Cuando tienes éxitos, la gente quiere y espera más de ti. Ahora todos me escriben, todos están felices. Me apoyan mucho desde casa. Tengo que decir que estoy contento por como me mantuve mentalmente durante mis dos últimos partidos, nunca me rendí".
Nikoloz hace hincapié en su mentalidad a partir de semifinales porque sabe, él y su equipo, que su punto débil es ese. No por "tirar" partidos o enojarse de más, sino por tomar malas decisiones en determinados momentos del partido o por encadenar errores absurdos por exceso de potencia que terminan mermando su confianza y perdiendo partidos que en los papeles no debería: "Antes solo pensaba en tener el suficiente dinero como para poder ir a los torneos. Pensaba en reservar pistas de entrenamiento, pelotas y poder tener a un compañero disponible. Era pura supervivencia. Cuando me clasifiqué para Wimbledon 2015 y conseguí dos victorias en el cuadro final fue cuando mi mentalidad cambió. Estaba jugando un buen tenis, pero no pasaba del Top50. Sabía que necesitaba a un mentor que me ayudase con ello".

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El georgiano de 27 años marca como punto de inflexión en su carrera la incorporación del coach Jan de Witt a su grupo de trabajo, su actual entrenador: "Hasta mis 22/23 años, era un salvaje. No era profesional. Sabía que quería jugar bien, pero era incapaz de hacerlo a este nivel. No tenía un patrón de juego. Estuve entre los 50 y los 100 mejores del mundo durante dos o tres años, pero necesitaba a alguien en quien poder confiar al 100%, sabía que me faltaba algo. Hablé con Jan (de Witt) porque me gustaba y conocía sus tácticasAhora estoy entendiendo cómo funciona este deporte. No solo consiste en golpear la pelota o una buena preparación física, consiste en trabajar también el aspecto mental. Es muy importante saber cómo manejar tus nervios en los momentos importantes del partido y yo todavía estoy consiguiendo toda esa experiencia".
Convencido de su estilo de juego y del cambio mental que le permitió establecerse como Top20, "Basil" tiene claro qué le diría a su "yo" de 21 años: "Si pudiese hablar con mi yo de 21 años, no le diría que cambiase su estilo de juego, sino más bien su mentalidad. No busco resultados, sino dar mi 100% dentro y fuera de la pista. Quiero maximizar todo lo que haga para que cuando me retire no deje ningún lugar a la duda sobre mi trabajo". Campeón de diez Futures, cinco Challengers y tres ATP500, acumula cuatro victorias ante jugadores del Top10, una por temporada desde 2016, tres de ellas en ATP500, categoría de torneos en la que su nivel de tenis se eleva.





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El nacido en Tbilisi (Georgia) tampoco se olvida de los sacrificios realizados por su familia para que hoy esté disfrutando de ser el 16° ATP, su mejor posición de siempre, en un país sin cultura tenística y por aquellos años fracturado socialmente debido a la reciente disolución de la URSS: "Hubo momentos en los que mi padre y yo dormíamos en un coche durante un par de semanas. Entrenaba en muy malas condiciones y no podía encontrar un sponsor, así que me hice con la nacionalidad rusa. Hubo un momento en el que dormimos durante un mes para un torneo junior en un coche, también dormíamos en tiendas de campaña. Todo esto hace que me de cuenta que los malos momentos existieron por algo, me hace más fuerte y me da más motivación para jugar al máximo nivel".

Daniel Vitale Pizarro

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