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03 febrero 2020

El soberano







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El dedo indice derecho le parte la boca al medio. Ese mismo dedo se desprende de los labios y señala a su equipo de trabajo, sin esbozar una sonrisa. Se gira y alza los brazos mirando al público. Ahora sí sonríe. Novak Djokovic era campeón del Australian Open por octava vez en su carrera tras batallar durante cuatro horas ante Dominic Thiem. Hace un tiempo que sus festejos no son eufóricos ni de una descarga emocional grande, sino recordemos su último grande conquistado y su celebración, más un desafío para con el público presente que un festejo en sí. El serbio va por la historia grande de este deporte y no escatima a la hora de hablar: quiere ser el más grande de la historia. A día de hoy, nada parece que pueda detenerlo.


A contramano de sus rivales de siempre, políticamente correctos a la hora de sus aspiraciones en el deporte, anteponiendo el competir por sobre todas las cosas y la humildad a la hora de sus preocupaciones con el mundo, "Nole" no se esconde ni peca de falsedad cuando le preguntan por su razón de ser en el deporte de la raqueta. Él tiene un objetivo claro desde la temporada 2015/2016: ser el más grande de todos. Todos juegan para ganar, los grandes campeones juegan para quedar en la historia. Pero no queda bien gritarlo a los cuatro vientos, la falsa modestia tiene más adeptos en el mundo del marketing que la arrogancia, algo que Djokovic se niega a promulgar.

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Por si quedaba alguna duda, el propio Djokovic aclara su visión: "A estas alturas de mi carrera, los Grand Slams son los títulos a los que más valor les doy. Son aquellos que priorizo. Antes de que comience la temporada, intento ajustar mi estado de forma para estos torneo, donde intento estar a mi nivel más alto de tenis, mental y físico. Los Majors son el motivo por el que principalmente sigo compitiendo y jugando una temporada completa, intentando conseguir ser el mejor de la historia. Ese es otro objetivo. Estoy en una gran posición ahora mismo y esto ajusta todo de cara al resto del año. Ganar el primer gran título del año supone una inyección de confianza. Pase lo que pase, habrá sido una temporada exitosa".
Pero volvamos al Djokovic jugador. Poco tiene esta versión 2020 a las versiones 2011 o 2015, cuando arrasaba con todo, estableciendo dos de las mejores temporadas de la Era Abierta de un tenista en particular. Desde su retorno a los primeros planos luego de su lesión en el codo y pérdida de motivación tras obtener en 2016 el Grand Slam de corrido (Wimbledon 2015 - Roland Garros 2016), el balcánico se convirtió en un jugador de grandes torneos y ya no de un año entero. La edad, la familia y el hacer historia, generaron ese cambio de enfoque que le permitió estar al 100% físico, mental y tenístico en los Grand Slams, los torneos que determinan que tan bueno eres como tenista integral y los que quedan grabados a fuego en la memoria colectiva.







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Está claro que la mentalidad es el punto más fuerte de un tenista profesional, lo que hace la diferencia entre un gran campeón, un gran jugador y un Top100. Hoy en día todos son atletas, físicamente superdotados, con una potencia en sus golpes nunca antes experimentada en el deporte, producto del avance en los cuidados del cuerpo, la alimentación y la medicina. Básicamente son 'superhumanos' con una raqueta en sus manos, que golpean una pelota de tenis a 200km/h durante cuatro horas de partido a una intensidad brutal. La mayoría logra ese combo de cosas indispensables para la competencia actual, pero lo que no alcanzan es un nivel mental que les permita diferenciarse del resto.
Y ahí está la diferencia. Aguantar, esa palabrita predicada por el tío de Rafa, tan simple de pronunciar pero tan difícil de implementar, que simplifica un concepto tan complejo de realizar. El no rendirse jamás ante las adversidades (físicas, mentales o técnicas), el siempre dar algo más de lo que el mundo espera de ti y el aprender a manejar las frustraciones y transformarlas en una motivación para mejorar (en un partido, temporada o carrera deportiva). La capacidad de manejar las emociones sin permitir que nuble la vista o tiemble el pulso es un talento al alcance de muy pocos tenistas en la historia. Novak Djokovic es uno de ellos, de los que rinden bajo presión mejor que si no lo estuvieran,  de esos jugadores que veremos pocas veces en nuestras vidas.

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El trabajo mental de Djokovic no fue de un día para otro, ha sido una construcción personal y profesional desde pequeño, en una Serbia convulsionada por la 'Guerra de los Balcanes' y que con el correr de los años, su mente se fue fortaleciendo y forjando hasta su transigencia actual: "Yo crecí en Serbia, en un momento difícil de mi país donde teníamos que hacer cola para comprar pan, agua y cosas básicas en la vida. Ese tipo de cosas te hacen más fuerte en lo que sea que decidas hacer en tu vida. De ahí mi fundación (Novak Djokovic Foundation), porque vengo de no tener nada, en una vida difícil. Eso me hace recordar de dónde vengo, me inspira y me motiva".
La victoria en Oceanía trajo consigo una catarata de récords. Los más importantes fueron el retorno al N°1 ATP (276 semanas) y el Grand Slam N°17 a los 32 años, un año menos que Rafael Nadal y seis por debajo de Roger Federer, los protagonistas principales del circuito de los últimos quince años y con los que pelea por ser el más exitoso de siempre. El serbio es el mejor en pistas duras, el español en arcilla y el suizo en césped. Cada uno ostenta pergaminos para ser considerados como el mejor de todos, una decisión que cada fanático defenderá con argumentos válidos y que los especialistas determinarán cuando los tres hayan dejado el tenis profesional. Pero para eso falta mucho...

Daniel Vitale Pizarro

09 septiembre 2019

Lágrimas que dicen todo







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Rafael Nadal no es el que arrasó en Nueva York en 2010, tampoco es el que logró lo que muy pocos en 2013, ganar Montreal-Cincinnati-US Open. La versión 2019 del español es más débil físicamente pero más fuerte aun mentalmente (sí, más). Sus rivales, a excepción de Roger Federer y Novak Djokovic, no aguantan la presión y ceden ante el balear en Grand Slams. Desde su vuelta al circuito en 2017 tras cuatro meses ausente por lesión, cayó dos veces ante Djokovic, dos contra Federer, una vez frente a Gilles Muller en Wimbledon y en dos ocasiones no pudo finalizar el encuentro por lesiones. Los otros cinco Majors que disputó, los ganó. Ayer se coronó campeón del US Open luego de 4h 50m frente a un dignísimo Daniil Medvedev. Las palabras vuelven a no alcanzar.







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Luego de la semifinal perdida ante Roger Federer en Wimbledon, el manacorí decidió darle descanso a su cuerpo para poder rendir al máximo en cada cita a la que se presentase. No quería que le suceda lo del 2018 en canchas duras (nueve ausencias y dos retiros). La gira previa al US Open solo incluyó Montreal. Tanto en Canadá como en Estados Unidos, el rival de la final fue el mismo y el resultado, aunque de diversa forma, también. En el sexto Masters1000 del año, Medvedev no estuvo prácticamente en cancha, apenas le 'robó' tres games (6/3 6/0). En el último Grand Slam de la temporada, el resultado se encaminaba a algo similar a lo sucedido unos meses atrás, pero de repente todo cambió.


Rafael pasó de dominar el encuentro a gusto y placer (7/5 6/3 4-2) a defender bolas de quiebre en el quinto parcial tras más de cuatro horas de juego. Un autentico 'thriller' que tuvo en vilo a los fanáticos del tenis hasta la última bola del partido. 7/5 6/3 5/7 4/6 6/4 fue el marcador final para el mejor deportista español de la historia, cuatro veces campeón del US Open y diecinueve de Grand Slam, apenas uno menos que Federer, el hombre récord. Ochenta y cuatro son los trofeos que acumula en su carrera con la impresionante cifra de que 54 de ellos son Grand Slams o Masters1000, una verdadera locura.


"Por supuesto que tuve miedo a perder, cuando tu rival tiene punto de quiebre al comienzo del quinto set luego de perder los dos últimos, significa que estás en problemas. Realmente, traté de evitar ese pensamiento, siempre confío en que seguiré teniendo oportunidades, esa es la forma en la que afronto esos momentos. En su caso, perdiendo los dos primeros sets y con break en contra en el tercero, es normal que tuviera ese pensamiento, en mi caso era difícil pensar que fuera a perder. En ese momento parecía tener todo bajo control, pero Daniil aumentó mucho su nivel y las cosas cambiaron”, reflexionaba el ganador de doce Roland Garros sobre las sensaciones según los momentos del partido.
En conferencia de prensa también le preguntaron por la emoción posvictoria. Un Rafael más humano, que a pesar de haber ganado todo lo existente en el tenis, no pudo evitar las lágrimas mientras todo el 'Arthur Ashe' coreaba 'Ra-Fa' a la par de un video conmemorativo por su gesta: “Las últimas tres horas de partido han sido muy intensas, muy duras en lo mental y en lo físico también. Al final, con el vídeo y esa multitud que siempre ha estado increíble, se han sumado hechos que han provocado un momento súper especial. Un momento inolvidable. Al mismo tiempo, Daniil también creó ese momento. La forma en la que luchó, la forma en la que jugó, son formas de campeón. Bien hecho por él. Realmente creo que tendrá más oportunidades”.
Tan mentales son los triunfos en cinco sets, más aun en finales, que no es extraño ver o escuchar al día siguiente lo sucedido minutos después de finalizado el encuentro. En esta ocasión los calambres no fueron durante la premiación o en conferencia de prensa. Así lo cuenta su coach Carlos Moyá: "Al final se llegó a la meta sanos y salvos. O al menos eso creía. Entré al vestuario a felicitarlo y nos abrazamos. El tipo estaba hecho polvo, le dieron calambres en el vestuario y no se podía poner ni los vaqueros, le tuve que ayudar a ponérselos después de la ducha. Fue increíble. Se junta el tema físico del partido con el emocional". La mente más allá del físico, jueguen las horas que jueguen y tenga los años que tenga. El ADN Nadal.
La victoria de Nadal mantiene la tendencia del 'Big3' en los grandes torneos del tenis. Los últimos doce Grand Slams fueron ganados por ellos tres y 55 de los últimos 66 (Wimbledon 2003-US Open 2019) los ganaron entre Federer, Nadal y Djokovic. El Abierto de los Estados Unidos marca el fin de la década 2010, años en los que solo seis jugadores diferentes se alzaron con un Major, la menor cantidad de tenistas desde que el tenis es conocido como tal. Una hegemonía que difícilmente se vuelva a repetir y que debemos disfrutar por ser privilegiados de vivir esta época dorada del deporte blanco con tres de los más grandes de todos los tiempos, sino los más...

Daniel Vitale Pizarro

15 julio 2019

La historia en juego


"No sé si es peor perder así que por un triple 6-2. Creo que al final eso no importa. Podría sentirme decepcionado, triste o enfadado. No sé cómo me siento ahora. Lo que siento es que ha sido una increíble oportunidad perdida. No puedo creerlo", fueron las primeras palabras de Roger Federer en conferencia de prensa luego de perder 7/6 1/6 7/6 4/6 13/12 la final más larga de la historia de Wimbledon ante Novak Djokovic. El suizo que cumplirá 38 años dentro de tres semanas, tuvo el partido en sus manos cuando sirvió 8-7 40-15 en el quinto set. Sin primeros servicios, un error con su derecha y un passing fantástico de su rival impidieron que el helvético fuera campeón por novena vez. Esfumados los match points, el partido se definió en el debut de la muerte súbita en 12-12 luego de 4h 57m.


Partidos tan igualados no ofrecen una explicación táctica o estadística clara de porqué ganó uno u otro, la diferencia en estos casos es mental. Más allá de los tiros ganadores, errores no forzados o break points concretados o desperdiciados, lo que determina al ganador es cómo enfrentan los momentos importantes del partido. Aprovechar las oportunidades creadas se transforma en algo vital para salir airoso de las situaciones complejas. Djokovic ganó los tres tiebreaks que se disputaron sin cometer errores no forzados (Federer 11) y levantó dos bolas de partido con el saque de su rival, impecable en los momentos donde el brazo se tensa y la cancha se achica. Novak devolverá genial y será físicamente dotado, pero su mejor cualidad es su mentalidad. Sus ojos se transforman en los de un depredador cuando tiene a su presa y su instinto de supervivencia es el de un felino salvaje.
Su dominio absoluto en el circuito en varias temporadas no tiene parangón, y toma mayor relevancia aun porque durante esos periodos, Federer y Nadal ya eran grandes campeones. A diferencia de Roger y Rafa, que dominaron antes de que Novak sea N°1 ATP, el nacido en Belgrado tuvo que luchar contra dos colosos en su esplendor y no solo los superó, sino que los dominó. Ejemplo de ello son las temporadas 2011, 2015/2016 y 2018/2019. De un historial parejo ante ellos (54-48), en estos periplos el serbio los aplastó: 29 triunfos y 6 derrotas. Números que reflejan su superioridad frente a los preferidos de los aficionados y de los medios especializados.
"Nos complementamos, nos hacemos crecer y evolucionar unos a otros. Ellos dos probablemente sean una de las razones más importantes por las que todavía compito a este nivel. El hecho de que hayan hecho historia en este deporte también me motiva, me inspira a tratar de hacer lo mismo y lograr más. No se si podré hacerlo. No considero la edad como una restricción de ningún tipo, lo que dije en la cancha, realmente lo dije en serio: Roger realmente me inspira con su esfuerzo a su edad. Los récords no dependen solo de mí mismo, dependen de las circunstancias de la vida. Además no soy solo un jugador de tenis, soy padre y marido. Tienes que equilibrar las cosas. Obviamente, necesitas tener las circunstancias correctas y el apoyo adecuado para que las cosas se desarrollen de la manera correcta", daba su parecer el cinco veces campeón de Wimbledon sobre varios temas relacionados con el Big3.
Muchas veces, para conocer cuánto significa una victoria para un jugador, hay que prestar atención al festejo en cancha del ganador. Así como Nadal celebró como si hubiera sido campeón en segunda ronda ante Nick Kyrgios, el particular festejo de Djokovic dejó mucha tela para cortar. "Nole" no gritó ni levantó los brazos ni se tiró al césped. El balcánico se regocijó en la Cancha Central de Wimbledon luego de competir casi cinco horas ante Roger Federer, el favorito indiscutido del público, y desafió a todos los presentes, incrédulos, mirándolos a los ojos, al mejor estilo Cristiano Ronaldo. Masticó un poco de hierba y se golpeó el corazón. El N°1 del mundo no solo le ganó a Federer, también 'derrotó' a todos los presentes.
"Tuve el partido más exigente físicamente contra Nadal en la final del Australian Open 2012 que duró casi seis horas. Pero mentalmente este, con Federer enfrente, en Wimbledon y salvando bolas de partido, fue un nivel mental diferente". Campeón de cuatro de los últimos cinco Grand Slams, Novak Djokovic va por todo y no tiene reparos a la hora de expresarlo. Hace rato que dejó de ser el tercero en discordia para pelear por ser el más ganador de la historia. El serbio es el anti-héroe, el que vino a romper esa estabilidad entre Roger y Rafael, el que reúne cosas de ambos pero que no es similar a ninguno, el más atlético de todos y el menos querido por el público de los tres.

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Quizás justamente por eso sea el "odiado", por venir a romper esa dualidad a la que los seres humanos nos apegamos en el deporte y en la vida, despreciando siempre a un tercero. Piensen en política, en fútbol o en cualquier ámbito: siempre la disyuntiva es por dos, no por tres. "Nole" es ese tercero, que hace todo lo posible por ser querido como los otros dos pero que no le alcanza ni le alcanzará. Solo le quedará superarlos en números y récords para que los eruditos del deporte, luego de retirados, lo ubiquen por encima de todos. Mientras tanto deberá luchar contra la antinomia Federer-Nadal hasta el final de su carrera.

Daniel Vitale Pizarro

10 junio 2019

"Inadjetivable"


El periodista Miguel Ángel Violán lanzó una encuesta como parte de su investigación doctoral de la Universidad Internacional de Cataluña. La votación consistía en elegir 500 palabras para calificar a Lionel Messi luego de su gol 416 en la Liga Española, camino a los 500 tantos convertidos en el club. Sin importar lo que diga la Real Academia Española, los términos ganadores fueron: "inadjetivable" y "regolucionario". Si me permite señor Miguel, voy a tomar prestado uno de esos "adjetivos" para hablar sobre Rafael Nadal y su doceavo título de Roland Garros, una gesta deportiva que no admite adjetivos calificativos existentes en el diccionario.
Hablar de Rafael Nadal Parera no resulta sencillo porque ya se dijo casi todo. Pasaron quince ediciones desde que debutó en París y desde aquella edición del 2005 solo registra dos partidos perdidos y un retiro por lesión, contra noventa y tres victorias. Sí, los números parecen un chiste de un amigo que quiere llamar la atención en una reunión, pero son reales. Nadie en la historia del tenis dominó tanto una superficie como Nadal el polvo de ladrillo, pero sobre todo ningún tenista fue tan superior a los demás en un certamen como el mallorquín en Roland Garros. De esos 95 partidos disputados, apenas dos veces lo obligaron a disputar cinco sets (ganó ambos) lo que marca una supremacía casi absoluta sobre sus rivales en el "Bois de Boulogne".
No venía siendo un año sencillo para "Rafa", acostumbrado a arrollar en la gira previa al Grand Slam parisino. Desde su derrota en la final del Australian Open, las lesiones y los malos resultados eran moneda corriente. Sin títulos ATP en arcilla desde 2004 tras Monte Carlo, Barcelona y Madrid, el trofeo llegó en Roma, última parada antes de Roland Garros. En Italia encontró nuevamente el fuego interior, esa confianza necesaria para levantar un trofeo de Masters1000 ante los mejores del mundo. Incluso su entrenador, Carlos Moyá, había declarado que su pupilo "había perdido la motivación y las ganas de jugar, nunca lo había visto así, sin ilusión". Pero el periplo duró poco y las buenas sensaciones, más allá de los resultados, llegaron más rápido de lo que el mismo Nadal esperaba.


El propio jugador explicó sus sensaciones: "Después de Indian Wells estaba mal física y mentalmente. Había perdido un poco de esa energía, porque tenía demasiados problemas seguidos. Es duro cuando recibes un golpe, otro, y luego otro, a veces estás aturdido. Fue muy importante que el equipo y la familia estuvieran cerca. Eso ayuda mucho. Mentalmente no estaba disfrutando. Muy preocupado por mi salud, estaba siendo demasiado negativo. En Barcelona ​​pude quedarme solo por un par de horas en la habitación y pensar al respecto, pensar qué estaba pasando, qué necesitaba hacer. Pensando mucho, creo que pude cambiar y fui capaz de luchar por cada pequeña mejora".
El gran rival en Roland Garros era Djokovic, al que derrotó en la final de Roma en inferioridad física por partidos extenuantes previos (Del Potro 3h y Schwartzman 2h 30m). Pero Novak no llegó al partido por el trofeo porque Dominic Thiem se encargó de eliminarlo en semifinales luego de 4h 13m, cinco sets, dos días de juego y varias interrupciones por la lluvia, la protagonista principal de la capital francesa. La otra semifinal era más atractiva aun, pero el resultado no reflejó la expectativa generada por ambos. Nadal venció a Federer en sets corridos en medio de vientos huracanados que por momentos alcanzaron los 80km. La final sería la misma que en 2018 y el resultado iba a ser parecido.
La intensidad de Thiem desde el fondo de la cancha duró dos sets, con la mala noticia para él de haber perdido el primer parcial. "Rafa" se tomó unos minutos extra para pensar en el baño, regresó a la cancha y a partir de allí hubo un solo jugador en el campo. Intentó volver al encuentro el austriaco en el inicio del cuarto set con tres oportunidades de quiebre en los dos primeros servicios del español, pero solo quedó en eso, oportunidades de quiebre. Mentalmente abrumado por la consistencia de su rival, apelando a la potencia 'per se' y lejos en el marcador, todo se hizo muy cuesta arriba. El resultado final fue 6/3 5/7 6/1 6/1. Quedó demostrado por enésima vez que ganarle a Nadal una final en la Philippe Chatrier será, por siempre, el desafío más difícil del deporte mundial.
Consultado en conferencia de prensa por el momento que cambió el partido, Nadal respondió: "En primer lugar, tuve que ir al baño. Pero también quería pensar más claro y volver a la cancha con la mentalidad correcta para mantener el control del partido, porque hasta entonces no lo había sentido así. Analicé las cosas y sentí que tenía que resolver lo que estaba pasando cuando restaba. Era un problema particular. Luego fue muy importante no perder pista contra él, porque si juegas desde metros atrás, es muy difícil, es muy poderoso con su derecha y es muy difícil jugar contra su revés, lejos de la pista. Pero creo que manejé bien la situación. El primer set fue muy duro, con alta intensidad y grandes puntos. Y eso, claro, es imposible sostener durante el todo el partido".

Daniel Vitale Pizarro

28 enero 2019

La década ganada


Cuando se analizan las épocas, se suelen comparan las décadas y los dominadores de cada una de ellas. En diciembre finalizará la década del 2010 y cuando revisemos los libros de historia veremos que el dominador de estos años ha sido Novak Djokovic. Así como Roger Federer dominó los años 2000, el nacido en Belgrado es el principal protagonista de estos diez años, a falta de uno. Novak cimentó su carrera prácticamente a partir del 2010. Copa Davis, el N°1 (cinco diciembres), catorce Grand Slams y 57 títulos ATP. Nadie ganó tanto en ese período. Nadal y Federer compartieron protagonismo pero en general, un paso por detrás, incluso en los enfrentamientos personales.

La final del Australian Open 2019 prometía mucho. Novak Djokovic y Rafael Nadal, los dos mejores tenistas de la temporada pasada, los dos mejores de ésta década, se verían las caras una vez más. El duelo más repetido de la historia (52 veces) tenía un nuevo capítulo y nada menos que en una final de Grand Slam. Ambos en un nivel fantástico de tenis, físico y mental, no cabía en la cabeza de ningún espectador ni especialista un partido corto. Incluso los entrenadores de ambos tenistas auguraban cinco sets, similares a la semifinal de Wimbledon 2018 (el mejor partido del año). Las semifinales fueron un trámite y los cinco partidos anteriores, casi que también.


Pero nada de lo presagiado por expertos y neófitos del tenis sucedió. Y el culpable fue Djokovic. Apenas dos horas y cuatro minutos de tenis le ofrecieron al público australiano, ávido de tenis y con las imágenes aun intactas de dos gladiadores sentados en sillas durante la entrega de premios del Australian Open 2012, totalmente acalambrados por disputar la final más larga de la historia de los Grand Slams (5h 53m). Este año no hubo rival. Novak literalmente pasó por arriba a 'Rafa'. Lo superó en todo, pero sobre todo mentalmente. Tácticamente perfecto, su mentalidad de acero le permitió ejecutar la táctica a la perfección.


Nadal nunca pudo ingresar al partido. Plantado sobre la linea de base, cambiando direcciones a gusto y placer, cargando el juego sobre la derecha del español y presionándolo constantemente, el serbio selló un partido que rozó la perfección. Nueve errores no forzados, en una final de Grand Slam y ante Rafael Nadal. Nada mal, ¿no? Dicen los psicólogos que cuando uno se siente superior, y el rival se sabe inferior, los jugadores responden como tales. Djokovic dictó y Nadal acató. Es cierto que el manacorí tuvo alguna que otra oportunidad de meterse en el partido y no la aprovechó, pero el partido fue un monólogo de "Nole". Nunca lo dejó respirar y el resultado fue arrollador (6/3 6/2 6/3).


Reflexivo, Nadal valoró su desempeño durante los quince días de torneo y el excelso nivel del campeón: "He hecho muchas cosas bien. Vengo de situaciones difíciles, momentos complicados que no han sido fáciles de aceptar y aun así llegué a la final jugando a un nivel muy alto, sin perder sets. Pero hoy me encontré a un rival que fue superior y eso es totalmente reconocible, uno no tiene que esconder la realidad. Hoy Djokovic era mejor jugador de lo que yo podía ser esta noche. Así se resume. Ahora hay que seguir trabajando esos aspectos que han salido bien y  mejorar los que no he podido poner en práctica, que necesito para competir al nivel que me exige un rival como el de hoy. Espero estar preparado para la próxima, trabajaré para ello".
Emocionado y con la voz entrecortada, Djokovic agradeció a todo su círculo íntimo: “Muchas gracias a mi equipo. Es un deporte individual pero siempre están conmigo. Me toleran en los malos días y me apoyan siempre. Consiguieron la fórmula del éxito. Marian, muchas muchas gracias por volver conmigo. Me gustaría decir 'hola' a mi familia, saludar a mi mujer y mis hijos que me dijeron que verían el partido desde casa. Los trofeos son más especiales cuando tienes a la gente que quieres para celebrarlos. Son las personas más importantes de mi vida junto a mis hermanos y mis padres. Quiero agradecerles el sacrificio que hacen por mí, por dejarme vivir mi sueño. Por su amor incondicional”.
Siete veces tuvo a 'Norman' en sus brazos, más que cualquier otro tenista en la historia de este certamen. Roy Emerson en el amateurismo y Roger Federer en el profesionalismo ganaron seis veces pero el balcánico subió el listón un peldaño más. Denominado 'Norman', el nombre completo del trofeo es "Norman Brookes Challenge Cup", tal como se describe en la propia Copa. Se lo llama así en honor a Norman Everard Brookes, el primer gran tenista australiano que se destacó fuera del continente oceánico, siendo el primer campeón de Wimbledon no británico en 1907 y el jugador más viejo en ganar un título de Grand Slam (dobles) a los 46 años en el Australian Open 1924. Además fue presidente de la 'Lawn Tennis Association of Australia' durante 28 años.

Daniel Vitale Pizarro